Érase una vez, en un pueblo llamado Los Alcázares vivía un niño de 10 años. Su nombre era Marcos y le gustaba lo mismo que al resto de sus amigos excepto las pinturas, sobre todo las pinturas de retratos que habían reflejadas en muchas paredes del lugar.
Le gustaban tan poco que cada vez que veía un retrato en una pared, le lanzaba unas latas que siempre llevaba encima.
Un día, el niño al tirar una lata en un retrato escuchó una voz que le dijo:
- Deja de portarte mal y de tirar latas a los retratos, recíclalas y comportarte mejor o de lo contrario te convertirás en uno de nosotros, una pintura.
El niño, sin hacer mucho caso a la voz, tiró la lata al retrato y se marchó.
Pasados unos días, el chico se dio cuenta de que empezaba a desaparecer, cada vez que hacía algo malo desaparecía más y más hasta que le desapareció una mano. Se asustó y desde ese momento se prometió a si mismo portarse bien.
Pasados tres días, la mano le volvió, al darse cuenta de eso Marcos empezó a portarse como antes. Ya no reciclaba y se volvió como al principio.
Pasado un tiempo, al volver al sitio donde escuchó la voz por primera vez, esta le dijo:
- Ya me he cansado de tus tonterías, ahora serás una pintura en una pared y esperarás hasta que otro niño como tú pase por aquí y le enseñes la lección que tú nunca aprendiste.
Pasados tres días, la mano le volvió, al darse cuenta de eso Marcos empezó a portarse como antes. Ya no reciclaba y se volvió como al principio.
Pasado un tiempo, al volver al sitio donde escuchó la voz por primera vez, esta le dijo:
- Ya me he cansado de tus tonterías, ahora serás una pintura en una pared y esperarás hasta que otro niño como tú pase por aquí y le enseñes la lección que tú nunca aprendiste.
AUTOR: SAMUEL
Hola soy hanae me gusta porque tiene una moraleja que es portarse bien
ResponderEliminar¡Gracias Samuel! es muy bonito! La rouille
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